Opinión

La disyuntiva trampa

salud-vs-economia

A toro pasado, todos somos Manolete. O como dicen en mi pueblo con mayor expresividad, a cojón visto, macho seguro. Escribir estas líneas a finales de mayo no tiene el mismo valor que haberlo hecho a principios de marzo, cuando el miedo ante lo desconocido, la incertidumbre sobre un nuevo virus que se propagaba como la pólvora y el terror de ver como se saturaban los hospitales, impulsó a los gobiernos de prácticamente todas las sociedades occidentales a encerrarnos en nuestras casas y a paralizar el mundo. Pocos alzamos la voz entonces. Todos entendimos la gravedad de la situación y las medidas que se estaban tomando. Pero, desde mi modesta opinión, y con el deseo más absoluto de errar en mi análisis, nos equivocamos.

Todo comienza con la perversa disyuntiva entre salud y economía. Como si fuesen excluyentes. Como si no fueran de la mano. No es casual que la esperanza de vida de países como Suiza, España, Singapur, Japón o Francia ronde los 83 años mientras que la de Sierra Leona, República Centroafricana o Chad, apenas alcance los 54. Nadie duda de que la sociedad del bienestar de los países occidentales está basada en una cadena de generación de valor y riqueza que permite una recaudación de impuestos suficiente para mantener sistemas sanitarios avanzados. Del mismo modo, es una obviedad decir que el empobrecimiento de los países genera hambre, delincuencia, miseria, injusticias y desigualdades.

La solución fue paralizar el mundo para que no hubiese más contagios pensando que la economía es como un ordenador que puedes apagar, reiniciar, resetear y volver a encender cuando lo necesites. Oíamos hablar de recuperación en “V” y de que en 2021 volveríamos a la normalidad económica. Pero la economía no es un ordenador, sino que se asemeja más bien a un jardín que muere si dejas de regarlo, con un punto de no retorno en el que el agua ya no soluciona nada. Hay que comenzar por replantarlo de nuevo. Nuestros sistemas económicos viven del tiempo. Sistemas monetarios fiduciarios basados en la confianza en los que las soluciones históricas han sido siempre inyecciones de liquidez a costa de incrementar la deuda soberana hasta límites insoportables. Sistemas fiscales cuasi piramidales en los que los trabajadores no cotizan para pagar sus pensiones, sino las de los jubilados coetáneos. Deuda y más deuda para generaciones futuras. Pero el sistema se sostenía porque la rueda giraba. Si detienes la rueda el sistema colapsa. Y nuestro sistema está cerca del colapso. Según todas las previsiones nos espera una recesión mucho más profunda que la de 2001 o la de 2007. Una depresión sin precedentes para todo aquel que tenga menos de 90 años. Solamente en los meses de marzo y abril en España se han destruido casi un millón de empleos, 3,5 millones de trabajadores se encuentran afectados por un ERTE, un millón de autónomos han cesado su actividad y se espera un aluvión de concursos de acreedores de empresas cuando se vuelvan a abrir los plazos. Me temo que las consecuencias sociales y económicas de nuestras decisiones serán mucho más devastadoras que el reguero de dolor y muerte que está dejando el maldito virus.

Y lo más preocupante de todo es preguntarnos para qué ha servido todo esto. Sin una vacuna o un tratamiento parece que estamos exactamente en el mismo punto sanitario que en marzo. Con una sociedad sin inmunizar (un 5% según el estudio de seroprevalencia) y desamparada ante un más que posible rebrote en otoño, cuando la meteorología nos quite el oxígeno veraniego que concede, por su estacionalidad, este tipo de virus. ¿Qué plan tendremos para entonces? ¿volver a encerrarnos? ¿dar la puntilla definitiva a la economía mundial? Si no hay clientes consumiendo y empresas y trabajadores generando actividad y liquidando impuestos, ¿cómo se pueden sostener los sistemas sanitarios? ¿cómo podemos preparar nuestra sanidad pública para posibles nuevos rebrotes o nuevas pandemias?

Convivimos con microorganismos. Patógenos y no patógenos. Mantenemos contacto a diario con millones de ellos. El ser humano dispone de herramientas y mecanismos para protegerse. Me refiero a nuestro sistema inmunitario. Ponernos en contacto con esos microorganismos hace que nuestro sistema inmunitario se haga más fuerte para enfrentarnos a ellos. Hacer ejercicio, tomar el sol y llevar una alimentación saludable prepara a nuestro organismo para hacer frente a virus y bacterias. Si pensamos que encerrarnos en burbujas de cristal es el mejor método para luchar contra éste o cualquier otro virus, estamos gravemente equivocados. Estamos equivocados por dos motivos. Porque aislando nuestros sistemas inmunitarios los hacemos más débiles y porque estamos planteándonos una nueva vida sin humanidad, en la que tendremos que medir cuando abrazamos o besamos a los seres queridos, cuando ayudamos a una persona a cruzar la calle, si podremos disfrutar de unas vacaciones en una habitación de un hotel, si debemos mirar mal al compañero de trabajo que se acerca a menos de dos metros, si podremos celebrar acontecimientos con nuestra gente o si podremos velar a nuestros muertos.

Se estima por el estudio de seroprevalencia que ha diseñado el Ministerio de Sanidad y el Instituto de Salud Carlos III que 2,3 millones de españoles se han infectado por COVID-19. 125.000 casos han necesitado de hospitalización y 28.000 han fallecido. Eso significa que el 94,6% de los infectados han superado la enfermedad sin enterarse o con síntomas leves. Sus sistemas inmunitarios han hecho frente al virus, han ganado la batalla y se han reforzado para posibles nuevos contactos. Por desgracia, hay sistemas inmunitarios deficitarios que no pueden hacer bien su trabajo. De hecho, el 95% de los fallecidos tenía más de 60 años. Con estos datos cabe, cuanto menos, hacerse algunas preguntas para las que no tenemos respuesta ¿Qué habría pasado si no hubiésemos paralizado la economía, generando inmunidad de rebaño, sin llevar a los países a la quiebra y manteniendo capacidades productivas que nos permitiesen ser fuertes económicamente para poder tener robustos sistemas sanitarios? ¿Qué hubiese sucedido si hubiésemos destinado todos nuestros recursos a prevenir fallecimientos en vez de prevenir contagios asintomáticos? ¿y si todo el despliegue hubiese sido para proteger a una parte de la población y no al total? ¿y si hubiésemos aislado exclusivamente a esos colectivos identificados como más vulnerables, con medidas de protección para ellos, test para ellos y horarios estrictamente controlados para ellos, para que pudiesen haber salido a comprar o pasear sin riesgo de contagio? Quizás un confinamiento selectivo. Quizás hubiese sido una solución alternativa un término medio entre el confinamiento generalizado, que han aplicado la mayoría de los países, y la inmunidad de rebaño sin protección especial para nadie, que está aplicando Suecia.

No pretendo enarbolar ninguna bandera política. Me limito a hacer un análisis crítico sobre las decisiones que se han tomado en prácticamente todos los países del mundo. Desde Donald Trump hasta Pedro Sánchez. Soy un farmacéutico que ha desarrollado su carrera en el sector financiero y he alcanzado mi madurez profesional sin ser especialista ni en sanidad, ni en economía. Nuestros gobernantes cuentan con asesores especialistas en ambas ramas y, por ello, creo y espero estar equivocado. Además, opinar “a cojón visto”, siempre es más fácil.

 

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El bombazo

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Desde hace ya unos años estamos presenciando una guerra fría entre los operadores de redes y aquellos que operan en ellas.

Las valoraciones de las primeras están siempre en franca caída, protegiéndose de ello con mega fusiones que las hacen más rentables operativamente y con tímidas adquisiciones de empresas de contenidos, mientras que las segundas crecen y crecen en valoración aprovechando el cambio irreversible de nuestra sociedad hacia la digitalización.

Las primeras se dedican a hacer multimillonarias inversiones en infraestructuras con planes de amortización a largo plazo, endeudándose y arriesgando mientras que las segundas apuestan por contratar talento en las mejores Universidades, reinventar creativamente nuestras necesidades diarias de información y ocio, y forrarse a base de ir introduciendo publicidad aquí y allí en nuestros dispositivos.

Al principio las operadoras ganaban dinero ya que las inversiones estaban planificadas para más del doble de años que hoy, el mercado no era tan cambiante, la competencia entre ellas no era tan feroz y sobre todo el mercado de la comunicación por voz era enorme, lo que les permitía ingresar ingentes cantidades de dinero por ello……….las empresas que usaban las redes eran más pequeñas, tenían menos usuarios y la sociedad no era tan dependiente de las tarifas de datos. Todos estaban tan contentos……unas y otras copaban los primeros puestos en las carteras de los grandes fondos de inversión, bien por rentabilidad o bien por expectativas de crecimiento.

La guerra comenzó cuando la balanza comenzó a desequilibrarse…….. las operadoras empezaron a darse cuenta que del pastel a repartir (cada vez más grande), se iban quedando con un trozo progresivamente más pequeño, y eso que eran ellos los que ponían al alcance de sus clientes lo que hoy podemos considerar como un “bien básico” en forma de tarifa de voz y sobre todo de datos, llegando a millones de usuarios y después de haber realizado inversiones descomunales y con la necesidad de mantenerlas.

Los ingresos en publicidad en empresas como Google, AOL o Yahoo crecían y crecían solo con la necesidad de invertir en su propia publicidad……..como dato os diré que Google genera 60.000 millones de dólares anuales solo entre búsquedas, YouTube y servicios como Google Display Network y DoubleClick.

Algo tenían que hacer las operadoras……y ocurrió. Se ha publicado recientemente que una operadora europea ha instalado en sus servidores un software de bloqueo que evitará que la mayoría de los tipos de anuncios se carguen en las páginas de internet y en las aplicaciones.

Es un software Israelí financiado por Li Ka-shing, la persona más rica de Asia y propietario de Hutchison Whampoa, uno de los mayores grupos mundiales de telecomunicaciones.

La idea de negocio sería poder ofrecer al cliente final una tarifa plana de datos libre de publicidad…………algo más cara, claro!!! Así comenzarían a repartir el pastel de forma más equitativa desde su punto de vista.

Pero lo más escandaloso es que eso no queda así……. comienza a haber rumores de que antes de que termine el año, serán mayoría las compañías de telecomunicaciones que estén usando este software y a eso es a lo que llaman en el mercado…..LA BOMBA.

Puede que tengan que intervenir las autoridades y que algunas de las restricciones que ese software produzca tengan que anularse, pero de lo que estoy seguro es que animará a todos a sentarse en una mesa a repartirse el pastel de otra manera…….

Ahora el lector puede pensar que las operadoras han dado la vuelta a la tortilla y que tienen ellas la sartén por el mango…………..ojo que ahora ya no son pequeñas compañías frente a monstruos legendarios, los Google y compañía tienen las cuentas saneadas y capacidad de contraataque, valga como muestra que posiblemente fruto de esta partida de ajedrez, el mes pasado Google lanzó Project Fi, su propia operadora de telefonía móvil en EEUU……

Atentos al siguiente movimiento, porque puede ser interesante para el inversor con visión……quién ganará la partida?

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La cultura del esfuerzo

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“El éxito: aprender a ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.” W. Churchill

La palabra esfuerzo la han suprimido hasta del discurso de Wiston Churchill del 13 mayo de 1940 cuando sustituyó a Chamberlain después de 8 meses de II Guerra Mundial.

El primer ministro ante un país asustado en su primer discurso pronunció “No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.” (I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat.)

Es frecuente el uso (y desconozco dónde se produce la sibilina ruptura) del sangre, sudor y lagrimas, suprimiendo la palabra ESFUERZO. A mi cuanto menos me parece curioso y llamativo. El esfuerzo es inherente para alcanzar una meta que te propones, como persona, empresa y estado. Pero no está de moda.

La cultura del esfuerzo sólo trae beneficios para los países que la ponen en práctica como si de su ADN se tratase. Sirva como ejemplo algunos países vecinos como Alemania, otros más alejados como Japón o bien la misma USA que ante crisis muy importantes a lo largo de su historia son los primeros en recuperarse.

La solución se plantea a largo plazo. Un gran pacto de educación consensuado por todos los partidos políticos que base sus principios educativos en la cultura del esfuerzo, el trabajo bien hecho, en la dignidad de cada individuo y en el afán por formarse…, podría servir de mucha ayuda, pero para que esto llegue, primero deben ponerse de acuerdo en esos principios…

Sin embargo, aunque todo apunta al norte en la economía española, aún seguimos en niveles bajos de confianza empresarial; valor esencial para que la economía se dinamice, se invierta, se llegue a acuerdos entre empresas y en definitiva se pueda generar empleo y crecimiento económico.

Es necesario que exista confianza allá donde quieras invertir tu dinero.

Según los cálculos del gobierno, en línea con los principales organismos internacionales, (que son los que mandan), la economía española arroja previsiones de crecimiento del 2,9% para 2015, manteniendo esa misma previsión para 2016, y creciendo por encima del 3% los años 2017 y 2018.

El paro, mayor problema de la economía española, según la EPA del T1 de 2015 se ha reducido en 833.000 personas con respecto al mismo trimestre del año 2013 (dos años).

Tabla Álvaro

* Fuente INE

Es una buena noticia pero no suficiente. Ahora entramos en un año electoral un tanto especial con la irrupción de nuevos partidos políticos y eso seguro tendrá incidencia en la marcha de la economía en función de quién / quienes ganen las elecciones.

La confianza, es algo intangible y como tal está rodeada de muchos factores, que a menudo escapan al control de los gobiernos y empresas.

Me atrevo a resaltar algunos de esos factores:

  • Transparencia en la gestión pública: Ausencia de corrupción. Administración eficiente. En España a pesar de la corrupción que ha rodeado y rodea la administración, parece que es un tema en el que ya andan unos y otros poniéndose de acuerdo para un “gran pacto contra la corrupción”. Veremos donde acaba.
  • Seguridad jurídica: Lo acordado se cumple y en caso contrario se disponen de mecanismos jurídicos eficientes para la resolución de conflictos. En este punto España debe trabajar en la modernización de su sistema judicial, incorporando nuevas tecnologías que faciliten la labor de jueces, fiscales, etc que acorten los tiempos en la resolución de todos los conflictos.
  • Estabilidad social y cultura del esfuerzo: El primero de alguna manera nos lo proporciona nuestra pertenencia a Europa, sin embargo la cultura del esfuerzo es, desde mi punto de vista, el factor más importante y diferencial para que un país, economía o familia recupere la confianza y prospere para salir de cualquier situación de crisis. Sin embargo aquí es donde encuentro el principal escollo para España. Su china en el zapato. Nos quejamos, pero tenemos los políticos que nos merecemos.

España debe trabajar en la línea de potenciar los factores que producen confianza en los inversores, atraerlos y que empleen a una gran parte de esos 5,4 millones de personas que desean trabajar. Debe ir formando a sus generaciones futuras en la cultura del esfuerzo, en la cultura de la motivación por aprender y superarse… de otra manera seguiremos sin rumbo claro.

Aún hay muchas cosas por hacer, lástima que estemos en año electoral…

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Cinderella MAB

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El Dr. Peter K. Lewin describió por primera vez en 1976 el Síndrome de Cenicienta en niños que se sentían poco queridos por sus padres o que carecían de su afecto y atención. Muchas veces estos niños tenían fuertes personalidades o eran muy capaces en las labores que realizaban, tan solo necesitaban un poco de cariño o sentirse protegidos para explotar su verdadero potencial.

El MAB o Mercado Alternativo Bursátil es, para muchos, un gran desconocido. Es el hermano pequeño de los tres mercados cotizados españoles. A la sombra del IBEX-35 y del Mercado Continuo es más conocido por el escándalo Gowex que por lo que realmente representa.

El MAB es una fuente de financiación vía capitalización para las pequeñas y medianas empresas que en él quieran cotizar. Sí, para pequeñas y medianas empresas. Para más del 90% del tejido empresarial español. Para todas las compañías que quieran financiar sus proyectos de innovación, investigación e internacionalización y que no consiguen financiación tradicional porque sus ideas son demasiado novedosas como para que los bancos arriesguen sus sobresalientes en los test de estrés.

Pero no termina de arrancar. Es un mercado con escasa liquidez y elevadísima volatilidad. A diario apenas hay transacciones y con pequeñas operaciones se consiguen alterar sensiblemente los precios de las acciones. En esta situación, la inversión está más basada en la especulación que en el análisis de sus empresas cotizadas. Y para colmo, nuestros gobernantes y los organismos reguladores están más preocupados por legislar para que no se repita el caso Gowex que por proporcionar las facilidades que realmente se necesitan para dar a conocer este mercado. No es el camino.

Si hacer trampas tiene recompensa, por más complejo que diseñemos el laberinto, el tramposo siempre encontrará la salida. La realidad es que, casi un año después, los delincuentes reconocidos están en la calle con sus millones en Suiza mientras otros están encerrados en el laberinto. ¿No será mejor ejemplarizar y castigar a los tramposos en lugar de ponerles barreras que dificultan el camino a todos? En la Edad Media no había alarmas, ni cierres de seguridad, ni puertas blindadas. Sin embargo, no se robaba. Porque al que lo hacía le cortaban las manos.

Recientemente he asistido al foro MAB celebrado en Valencia y he escuchado de sus ponentes múltiples fórmulas cargadas de sentido común con las que el gobierno y las instituciones pueden ayudar a dar el espaldarazo definitivo a este mercado. Se propusieron nuevos vehículos de inversión como fondos especializados que permitiesen a los potenciales inversores conocer el MAB y sus empresas cotizadas. También se propuso la aprobación de incentivos y beneficios fiscales para los que inviertan en este mercado, al estilo de lo que se hizo en el AIM inglés, que cerró 2014 con más de 1.000 empresas cotizadas y una capitalización cercana a los 100.000 millones de euros. Para las arcas públicas sería una inversión, ya que lo recuperarían con creces vía impuestos de sociedades, seguros sociales, IRPF, etc,  como ya sucedió en Inglaterra.

¿No merece la pena que desde las instituciones se apoye un proyecto que permite financiarse de forma privada a pequeñas y medianas empresas, motores y principales generadoras de empleo de nuestra economía? ¿No sería interesante que el Estado invirtiese sus esfuerzos en dar a conocer una fuente inagotable de investigación, innovación e internacionalización para nuestras empresas? Señores gobernantes, tomen nota. El MAB posee un enorme potencial. Quizás sólo sea necesario diseñarle el vestido y calzarle los zapatos de cristal.

 

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Defraudolandia

FAJO

No pasa un solo día en el que no aparezca un nuevo caso de fraudes descubiertos y corrupciones investigadas…….es tan así que ya no nos escandalizamos con tanta facilidad. Para que levantemos la cara del plato y atendamos a la noticia del telediario de turno, la cifra debe superar los 100 millones o que el investigado tenga repercusión mediática y/o política, donde entra también la dosis de morbo y prensa rosa que le queramos dar en cada caso dependiendo del color político del “sujeto pasivo”.

Estos hechos se suelen aliñar con frases del tipo…..”a donde vamos a llegar”, “como pueden ser tan ladrones” o “si es que no te puedes fiar de nadie”. Nos escandalizamos de que uno tenga 20 millones en Suiza de “vender cuadros”,  de que el otro declare una herencia 25 años después de recibirla o de que algún adalid de la limpieza y transparencia fiscal aparezca investigado por no haber tributado correctamente sus ingresos………

Donde comienza nuestra hipocresía y hasta donde llega nuestro verdadero escándalo? Somos todos tan diferentes a esos “delincuentes apestados” o la única diferencia es la cantidad de ceros que tienen las cifras que manejamos unos y otros?

Por motivos de trabajo tengo bastante relación con algunas empresas del norte de Europa y me precio de tener buenos amigos en esos lares. Este motivo me permite comparar la cultura de ambas latitudes y a mi entender todo tiene que ver precisamente con esto……”la cultura de país”.

No digo ni mucho menos que todos seamos iguales y por fortuna esta situación se está revertiendo, pero poniendo un ejemplo, en España en una reunión de amigos, una persona puede hablar con libertad y casi con orgullo de haber pagado menos impuestos por no haber declarado tal cosa o de haberse ahorrado “una pasta” al haber reparado el coche o haber pagado la reforma de su casa sin factura………y además es fácil hacerlo ya que es norma habitual escuchar en casi todos los gremios la típica pregunta ¿Con o sin factura?. Es más, hay muchos ciudadanos que se rasgan las vestiduras al escuchar dichos escándalos y que juran y perjuran que ellos pagan sus impuestos “religiosamente” y de manera inconsciente aceptan la “rebaja del IVA” de manos del fontanero de turno o del pintor, contribuyendo al maremágnum defraudatorio en el que vivimos. Al grito de “no voy a ser yo el más tonto” le damos una vuelta más al guiso.

La diferencia de cultura con los países nórdicos es evidente, ya que un comentario de ese estilo entre amigos o familiares, te puede costar la relación…………..está muy pero que muy mal visto. Es evidente que allí también se defrauda (en todos los sitios cuecen habas), pero desde luego no es fácil ni popular. Si lo hace alguien es en secreto y conscientemente………

Por todo ello, les invito a la reflexión, y por favor, no se sientan aludidos ya que hablo en términos generales……….son ellos, los grandes defraudadores que copan las portadas últimamente, tan diferentes al españolito avispado medio? Que habría hecho ese “españolito medio” en el lugar de dichos “ex altos cargos” manejando los mismos millones?

Que conste que el objetivo de esta reflexión no es exculpar a nadie sino que añadamos más gente en la lista de delincuentes………..tenemos los políticos que nos merecemos?.

Desde mi punto de vista, el mayor problema está en la cultura frente al fisco que tenemos instaurada y que tardaremos en cambiar. Se necesitarán años o generaciones, pero estoy seguro de que entre todos lo lograremos……..muchas veces menos es más.

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Todo esto está muy bien

Parlamento

Aunque parezca una obviedad, para poder emprender cualquier cambio debes saber dónde estás y sobretodo hacia dónde te diriges. Nosotros en España no lo tenemos claro y es que, entre unos y otros tampoco nos lo ponen fácil.

Es verdad: ya tenemos nuevos rostros políticos, nuevos partidos incipientes que ofrecen supuestas nuevas formas de hacer política, son los que podemos denominar los nuevos ideólogos de la política y todo eso está muy bien… pero todos introducen la palabra cambio, cambio, cambio y nosotros a brochazos, vamos viendo en que consiste todo esto que llaman cambio.

¿Vamos a cuestionarnos a estas alturas el AVE? Ahora que tenemos miles de kilómetros de vía construida por sacar partido. Que allá donde llega nuestro AVE, llegan más turistas, se abren hoteles, se crean nuevas empresas, se emprenden nuevos negocios… y además nos permite ir a vender nuestra ingeniería a otras latitudes, lo cual todo ayuda en la foto del país… No entiendo esta polémica y menos aún donde esta el cambio.

Entonces, ¿vamos a cambiar el modelo democrático, para que alguien vaya repartiendo dosis de supuesta justicia social, amparados en que son los que nos gobiernan los culpables de este desastre por su falta de honestidad, etc…?

De acuerdo. Quitemos a los corruptos (que nadie quiere) y sigamos pensando entre todos como crecer y crear más empleo, como mantener nuestro actual sistema de pensiones, nuestra seguridad social, la educación gratuita y otros beneficios sociales que tenemos por ser españoles. De esto tampoco se oye nada nuevo.

Retomando el asunto, debemos ser más sinceros en nuestros análisis y preguntarnos realmente donde estamos hoy y que capacidad de actuación va a tener el que llegue a presidente.

Y estamos donde quisimos libremente estar hace ya 29 años. Estamos en Europa. Somos Europa y cada día en materia económica, manda más Europa, el BCE, sus comisarios y en concreto, quienes más peso tienen, quienes más aportan a esa libre unión.

Europa no nos va a discutir cuanto dinero tiene el gobierno español que dar a Cataluña o Andalucía, no le va decir que cantidad destinar a I+D o a la formación de desempleados. Lo que nos ha dicho ya, y nosotros lo hemos ratificado modificando incluso la constitución, es cuanto dinero tenemos de margen para gastarnos, cuanto nos cuesta ese dinero que nos prestan y es responsabilidad nuestra cumplir con estos límites.

Algunos entienden esto como una pérdida de soberanía. Sin embargo esto no es cierto. A día de hoy hemos logrado una moneda única y un pasaporte que nos equipara a cualquier ciudadano de Europa. Nuestra pertenencia a la UE, nos ha incluido en una lista de países de primer orden y como país nos ha permitido obtener un progreso que a solas nunca hubiésemos obtenido en tan poco tiempo.

Culpar a Europa de nuestro ritmo de gasto no es ningún cambio. Pregunten a los griegos.

Me atrevo por tanto a sugerir a nuestros actores políticos que se posicionen libremente, pero que sobretodo se posicionen, que nos digan primero que quieren cambiar y con que finalidad.

Que lo ideal, además de acudir a dar un par de horas de clase de economía a la facultad, es que cada propuesta de gasto, expropiación o idea innovadora tal como la renta universal, lleven asociadas alguna cifra económica que permita saber aproximadamente si lo que se dice es viable o no. No estamos solos.

El resto es jugar con las emociones de la gente y ese es un camino peligroso.

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Pascua económica

GRUA OBRA (2)

Durante la Semana Santa los datos de ocupación hotelera han superado las previsiones más optimistas y no se ha visto la arena en nuestras playas, inundadas de sombrillas bajo un sol radiante. Si bien es cierto que el buen tiempo ha contribuido, también lo es que la recuperación económica es un hecho. Los datos del paro de marzo son los mejores de la serie histórica y las grúas vuelven a levantarse sobre el horizonte de nuestras ciudades. Tras muchos años de pasión y calvario, hemos resucitado.

El sol y los ladrillos comienzan de nuevo a tirar de la economía española. Nada ha cambiado. Nuestro producto interior bruto tiene una fuerte dependencia de la construcción y del turismo. Cualquier otra cosa  que nos cuenten es un canto de sirena. Después de sufrir la mayor crisis económica que recuerdan generaciones, comenzamos la recuperación con el mismo modelo que nos llevo al desastre. Nosotros erre que erre.

Más de uno se preguntará si es necesario un cambio de modelo para no volver a las andadas. Mi respuesta es que no.  Al igual que un zapatero se debe especializar en hacer zapatos, un país debe especializarse en lo que mejor sepa hacer.

Nadie pone en duda la capacidad de nuestro país para recibir turistas atraídos por nuestro clima, nuestras playas, nuestras ciudades, nuestros hoteles, nuestros restaurantes y nuestras infraestructuras de transportes. No pretendo entrar en un debate sobre las inversiones que se hicieron en alta velocidad durante “aquellos maravillosos años”. Tan cierto es que ninguna línea rentabilizará la inversión como que la mayoría de ellas son operativamente rentables descontando la misma. Y la inversión ya está hecha, no hay vuelta atrás. Es, como dirían los economistas, un coste hundido. Aprovechémoslas sin rasgarnos las vestiduras.

Tampoco hay quien dude de la competitividad de nuestras empresas constructoras, que operan en 85 países y gestionan cerca del 40% de las concesiones de transporte de todo el mundo, contribuyendo  a mejorar nuestra balanza de pagos.

Las medidas económicas deberían ir enfocadas a potenciar nuestras virtudes, a subvencionar la inversión en este tipo de empresas, a aprobar exenciones fiscales para que se instalen en nuestro país compañías relacionadas con el turismo y la construcción y, por supuesto, a no volver a permitir que se nos escape un proyecto como el de Eurovegas por culpa de unos políticos poco valientes.

EEUU viene tomando medidas así desde hace mucho tiempo con excelentes resultados. No hay más que analizar las empresas tecnológicas de Silicon Valley o el turismo de Florida. Quizás Europa debería tomar nota y oficializar la especialización de sus estados miembros.

Entonces, ¿no hemos aprendido nada de la crisis? Desde mi punto de vista, lo hemos aprendido todo. El problema de la crisis no fue el “qué”, sino el “cómo”. Fue porque crecimos de forma inflacionista basándonos en una burbuja creada por una demanda ficticia alimentada de crédito fácil. Si no olvidamos esto, no volveremos a caer. Debemos poner cortafuegos a los motivos de la crisis. Con el viento en contra se están tomando medidas para evitar que volvamos a tropezar con la misma piedra. Los bancos ya no financian el suelo a los promotores y financian sólo la construcción. Además, lo hacen siempre y cuando hayan vendido un porcentaje mínimo del proyecto. Tampoco conceden hipotecas a compradores por más del 80% del valor de la vivienda, ni si la cuota supone más del 40% de los ingresos.  Con las reformas del sistema financiero y los test de estrés se han incrementado las exigencias en el cumplimiento de los ratios de liquidez, solvencia y tasa de reservas a las entidades financieras. Sólo espero que continuemos con los cortafuegos cuando tengamos el viento a favor para no volver  a caer en el “cómo”. En cuanto al “qué”, es mejor “zapatero a tus zapatos” que “de mayor quiero ser astronauta”. O al menos, más práctico y realista.

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La orgía financiera

Patrón oro

Hubo un tiempo en el que el endeudamiento público era moderado, el tipo de cambio se mantenía estable, la inflación no resultaba ser un problema y los bancos centrales estaban bajo control. El mundo se había acostumbrado a crecer de forma sostenida. Los gobernantes se preocupaban de mejorar la productividad, la competitividad, la investigación y el empleo en sus respectivos países. El dinero era la moneda de cambio que sustituyó al trueque para facilitar las transacciones de bienes y servicios y estaba respaldado por el “patrón oro”. Este patrón consistía en que cualquiera podía cambiar su dinero por oro a un tipo de cambio establecido. Si un país tenía déficit comercial con respecto a otro, enviaba sus reservas de oro a éste, de tal forma que se reducía su masa monetaria, rebajándose sus precios y haciéndose más competitivo para exportar. El país  que recibía el metal precioso incrementaba su masa monetaria y sus precios, comenzaba  a importar más de lo que exportaba y surgía el déficit en su balanza comercial.  De este modo se regulaban los flujos de reservas de oro manteniéndose un equilibrio. Corría la segunda mitad del siglo XIX y el dinero sólo representaba el valor de los bienes y servicios por los que se intercambiaba.

Entonces estalló la Primera Guerra Mundial. Los países que en ella participaron importaron tanto armamento que vaciaron de sus bancos centrales sus reservas de oro. Decidieron sustituir el patrón oro por un patrón basado en la confianza. La chapuza no fue menuda. Como nuestra forma de controlarnos es objetiva y cuantificable y no cumplimos los unos con los otros, vamos a basarnos en algo tan subjetivo como es la confianza. Sería como si un comercial de una empresa de tornillos que no está cumpliendo con sus objetivos de ventas, le plantease a su jefe vincular su retribución variable a su percepción positiva del mercado automovilístico. Aunque no venda ni un solo tornillo. Una cuestión de confianza. Fue el principio del fin del patrón oro.

Después de la Primera Guerra Mundial, una Alemania expoliada y obligada a pagar ingentes indemnizaciones por la guerra, aprovechó el nuevo sistema monetario para emitir marcos indiscriminadamente. Esta política desembocó en un periodo hiperinflacionario que dilapidó los ahorros de la clase media y generó desempleo y malestar social. El resto de países intentaron infructuosamente restituir el patrón oro, pero los desacuerdos en los tipos de cambio provocaron desajustes en las balanzas comerciales y la Gran Depresión de 1929. Alemania no levantaba cabeza y en 1933 Adolf Hitler ganó las elecciones parlamentarias. No hace falta contar lo que sucedió después.

En 1971, tras fallidos intentos de restablecer un sistema desvirtuado basado en el patrón oro, Nixon decidió darle el golpe de gracia definitivo para poner en marcha el sistema monetario fiduciario que conocemos hoy. La orgía financiera.

Las divisas comenzaron a cotizar unas con respecto a otras y, para beneplácito de especuladores o para mayor quebradero de cabeza de empresas importadoras y exportadoras, se creó el mercado de divisas.

El sistema monetario  basado en el dinero fiduciario valora las divisas por la confianza en el buen hacer de los bancos centrales. Pero el dinero ya no está respaldado por un activo final como es el oro, que no es un pasivo para nadie. Con el nuevo sistema, el pasivo de los bancos centrales sigue siendo el papel moneda emitido, pero su activo son los títulos que adquieren en el mercado (deuda pública, deuda privada u otras divisas). Sus activos no son más que inversiones, buenas o malas, pero inversiones al fin y al cabo. Esas inversiones son un pasivo para otros agentes económicos. Y cuanto más inviertan los bancos centrales, más dinero habrá en circulación.

El sistema financiero se ha convertido en los últimos cuarenta años en un casino con las cartas marcadas por los bancos centrales, los gobiernos y las entidades financieras en el que los ciudadanos y las empresas están obligados a jugar. Una gran bacanal, que constituye una fuente de enriquecimiento para las élites, basada en el manejo de información privilegiada. Además, se ha convertido en la solución a todos los problemas económicos.

Si existe un problema de estancamiento la solución es inyectar dinero. Si el problema es de mala gestión bancaria con riesgo de quiebra del sistema, más dinero. Y si surgen dudas sobre la deuda soberana debidas a la errática administración de los estados, entonces dinero. Y así hemos llegado hasta donde estamos hoy. Existe más dinero en circulación que la riqueza que podrán crear generaciones y generaciones, nuestros periodos de crecimiento económico no son más que burbujas inflacionarias y el endeudamiento de los estados con respecto a su PIB está sobredimensionado. Pero esta situación no reventará porque se inyectará más dinero.

Pero lo cierto es que cada vez hay más desconfianza en un sistema basado en la confianza. Los ciudadanos llevan muchos años asimilando las políticas de austeridad para que sus gobiernos puedan hacer frente a los intereses de la deuda y ven cómo el endeudamiento de sus estados sigue creciendo. Con este malestar social, partidos de ideología fascista y comunista están resurgiendo con fuerza en países como Grecia, España, Italia o Francia. Como en la Alemania de los años treinta.

Llegados a este punto ¿no merece la pena que nos replanteemos nuestro sistema monetario? ¿Sería acaso una insensatez establecer un sistema por el que se pueda acotar la barra libre que hoy tenemos? Yo creo que no.

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No nos haremos daño, ¿verdad doctor?

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Desde el inicio de la crisis estamos viviendo en Europa un feroz combate entre Política y Economía. Hasta ahora ha venido ganando la economía con buenos golpes directos al gasto público y feroces ganchos en recortes sociales……además el sector privado ha recortado salarios para aumentar la competitividad y todo esto nos ha dejado más que magullados políticamente…….y victoriosos económicamente. De momento, ganador por KO, la economía!!!!

Pero las elecciones griegas parece que han iniciado el primer round de un nuevo combate política vs economía y la novedad es que ahora la política trae nuevos golpes: los nuevos partidos populistas de izquierda y los nacionalistas de derecha. Unos, cuestionan la política de austeridad; otros, el propio proyecto europeo y el euro. Y el primer golpe ha sido demoledor en Grecia.

Tan feroces parecen estos golpes, que la economía evitando el pánico financiero empieza a lanzar mensajes de que se puede llegar a un consenso……evitando un posible KO a la economía

La influencia de los próximos rounds que se librarán en Grecia influirán muy mucho a lo largo del 2015 en las elecciones de Portugal, Dinamarca, Finlandia, Polonia, Estonia, Reino Unido y España, seguidas de las de Irlanda en 2016 y las de Francia e Italia en 2017.

El momento actual en Grecia, me recuerda al chiste ese en el que un paciente coge de semejante parte al dentista justo cuando este procede a extraerle una muela diciéndole ¿A que no nos vamos a hacer daño?……..

A pesar de que Grecia es solo el 2% del PIB Euro, sabe que tiene buenas bazas que jugar si no se amilana…..y eso con el nuevo gobierno recién votado y su respaldo popular no parece fácil.

Saben que si alguien sale del Euro, aunque sea un país pequeño como Grecia, los mercados tendrán la mosca detrás de la oreja y pensarán que otro país también puede tener que abandonar y lanzarán nuevos ataques especulativos contra la deuda de ese otro país……..esto encarecería (de hecho ya está encareciendo levemente) desde ya la financiación de muchos países importantes de la zona Euro e incluso pondría cierta duda sobre la solvencia del famoso QE de Draghi.

Por otro lado, Alemania sabe que los bancos Griegos tienen liquidez por que se la aporta el Banco Central Europeo y en caso de salida de Euro, tendrían un crak bancario que afectaría a todos los griegos, amén de devaluación brutal con pérdida de poder adquisitivo global.

Con este escenario, lo lógico es que se entiendan…………..estoy seguro que nadie quiere hacer daño a nadie, por lo que pronostico un acuerdo de refinanciación entre Grecia y Europa en los próximos meses.

Este acuerdo no será inmediato ya que ambos púgiles deben demostrar al público asistente su valía y Merkel no dará su brazo a torcer hasta que sus electores comprendan el riesgo que viven y hasta que se firme un acuerdo sin quita……aunque con larga espera.

Debe hacerles entender que la inmensa mayoría del dinero prestado a Grecia se ha utilizado simplemente para pagar los intereses y el principal de la deuda. Durante los últimos dos años, Grecia ha pagado en este concepto más que las cantidades entregadas a la misma en concepto de rescate. Si le damos una pensada a esta idea, veríamos que la política económica europea supone un rescate económico no para Grecia, sino para los bancos de los países acreedores, y que el Gobierno griego simplemente actúa como intermediario y mientas en el otro lado del ring los ciudadanos griegos han visto caer en picado su nivel de vida.

Nadie debe hablar de que Grecia gaste más de lo que ingresa; lo único que se debería discutir es la posibilidad de gastar menos o nada durante unos años en intereses y más en cosas como la sanidad y las ayudas a las familias.

La consecuencia para la población será clara reducción de la tasa de paro e incremento en prestaciones sociales.

Se exigirá seguro a cambio que se implemente una agencia tributaria y una modificación en el ámbito de la justicia, que por fin haga pagar a todos los griegos los tributos que, según sus propias encuestas, tan laxamente están pagando, que algún organismo europeo revise de vez en cuando los presupuestos griegos…….y alguna condición menor adicional para hacer ver que no se concede a cambio de nada, pero seguro que llegarnos al consenso.

Les invito a seguir el combate que se está viviendo con atención. Es apasionante……!!

 

 

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La gata Flora

Gatito

Existe un fenómeno que causa pavor entre los economistas por la dificultad que tiene su corrección. Me refiero a la tan temida “estanflación”, cuya denominación combina los términos “estancamiento” e “inflación”. La estanflación tuvo lugar por primera vez durante la crisis del petróleo de 1973. El encarecimiento del crudo incrementó los costes de producción de las empresas que subieron los precios sin que la demanda acompañase, reduciéndose el consumo y generándose desempleo. Algunos economistas han denominado este escenario como “el peor de los mundos”. Las políticas que se utilizan para combatir uno de los dos problemas suelen agravar el otro. Las políticas monetarias restrictivas que se usan para combatir la inflación profundizan en la recesión y generan desempleo, mientras que las políticas fiscales y monetarias expansivas utilizadas para estimular el crecimiento traen aparejado el desbocamiento de los precios. Para volverse loco.

Pero si el peor escenario posible es la “estanflación”, ¿no debería ser la situación actual española de crecimiento y bajada de precios un milagro económico? Si apelamos a la lógica, la respuesta debería ser afirmativa. Sin embargo, nuestros gobernantes andan muy preocupados últimamente por la deflación. En mi opinión, cuando se trata de posicionarte en contra de lo que dicta el sentido común, debemos, cuanto menos, detenernos  para reflexionar sobre los tres motivos por los que la bajada de precios perjudica a la economía.

El primero de ellos argumenta que cuando se reduce el consumo bajan los precios y, con ellos, los márgenes de las empresas. Al permanecer estables los costes laborales, se producen despidos y desempleo, que lleva a una mayor retracción del consumo. Estamos todos de acuerdo. Cuando se genera por una falta de demanda. La situación actual no tiene nada que ver. Los precios están bajando por un exceso de oferta sin que se reduzcan los márgenes de las empresas. La drástica bajada del precio del petróleo y el ajuste al que se han sometido las empresas durante la crisis –costes laborales incluidos- está permitiendo reducir precios y reactivar el consumo que, por cierto, es el motor del crecimiento actual. Además, si la deflación es tan terrible, ¿por qué España, siendo de los países cuyo proceso deflacionista es mayor, es de los que más están creciendo?

El segundo de los problemas de la deflación es el psicológico. Según dicen, la bajada en los precios retrasa la decisión de compra perjudicando al consumo. Mentira. Podría ser así en el siglo pasado. En la actualidad los hábitos de los consumidores han cambiado. Si el problema psicológico fuese real, ¿cómo se explica que el sector tecnológico sea el que más ha crecido en la última década siendo el que más bajadas de precios ha experimentado?

El tercero de los teóricos problemas es que la deflación perjudica al endeudamiento, ya que la disminución del valor real de la moneda hace que las deudas sean mayores en términos relativos. Siendo cierta la afirmación no debe confundirnos. El problema no es la deflación sino la deuda. La bajada de precios perjudica al endeudamiento al igual que beneficia al ahorro, que será mayor en términos relativos. No nos hagamos trampas al solitario. Decir que hay que combatir la deflación para no agravar el problema de la deuda es como decir que debemos prohibir la venta de pasteles para no agravar el problema de la obesidad. Nuestra obligación es hacer los deberes. Las empresas y familias, que vienen reduciendo el endeudamiento privado desde 2012, ya los están haciendo. Es el turno del sector público, que contempla sin inmutarse como la deuda pública se acerca vertiginosamente al 100% del PIB.

Pero que nadie se preocupe. Vamos a luchar con todas nuestras armas contra una situación actual por la que suspirábamos hace cuatro años. Los mercados “draghiadictos” están celebrando a bombo y platillo que el BCE haya sacado sus tanques a la calle. Comprará deuda soberana por valor de 60.000 millones de euros al mes durante el próximo año y medio. Con los tipos casi al cero por ciento, pronto habremos alcanzado nuestro objetivo y estaremos de nuevo preocupándonos por la inflación y las burbujas. Volveremos a llorar entonces. Y vuelta a empezar.

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