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Cinderella MAB

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El Dr. Peter K. Lewin describió por primera vez en 1976 el Síndrome de Cenicienta en niños que se sentían poco queridos por sus padres o que carecían de su afecto y atención. Muchas veces estos niños tenían fuertes personalidades o eran muy capaces en las labores que realizaban, tan solo necesitaban un poco de cariño o sentirse protegidos para explotar su verdadero potencial.

El MAB o Mercado Alternativo Bursátil es, para muchos, un gran desconocido. Es el hermano pequeño de los tres mercados cotizados españoles. A la sombra del IBEX-35 y del Mercado Continuo es más conocido por el escándalo Gowex que por lo que realmente representa.

El MAB es una fuente de financiación vía capitalización para las pequeñas y medianas empresas que en él quieran cotizar. Sí, para pequeñas y medianas empresas. Para más del 90% del tejido empresarial español. Para todas las compañías que quieran financiar sus proyectos de innovación, investigación e internacionalización y que no consiguen financiación tradicional porque sus ideas son demasiado novedosas como para que los bancos arriesguen sus sobresalientes en los test de estrés.

Pero no termina de arrancar. Es un mercado con escasa liquidez y elevadísima volatilidad. A diario apenas hay transacciones y con pequeñas operaciones se consiguen alterar sensiblemente los precios de las acciones. En esta situación, la inversión está más basada en la especulación que en el análisis de sus empresas cotizadas. Y para colmo, nuestros gobernantes y los organismos reguladores están más preocupados por legislar para que no se repita el caso Gowex que por proporcionar las facilidades que realmente se necesitan para dar a conocer este mercado. No es el camino.

Si hacer trampas tiene recompensa, por más complejo que diseñemos el laberinto, el tramposo siempre encontrará la salida. La realidad es que, casi un año después, los delincuentes reconocidos están en la calle con sus millones en Suiza mientras otros están encerrados en el laberinto. ¿No será mejor ejemplarizar y castigar a los tramposos en lugar de ponerles barreras que dificultan el camino a todos? En la Edad Media no había alarmas, ni cierres de seguridad, ni puertas blindadas. Sin embargo, no se robaba. Porque al que lo hacía le cortaban las manos.

Recientemente he asistido al foro MAB celebrado en Valencia y he escuchado de sus ponentes múltiples fórmulas cargadas de sentido común con las que el gobierno y las instituciones pueden ayudar a dar el espaldarazo definitivo a este mercado. Se propusieron nuevos vehículos de inversión como fondos especializados que permitiesen a los potenciales inversores conocer el MAB y sus empresas cotizadas. También se propuso la aprobación de incentivos y beneficios fiscales para los que inviertan en este mercado, al estilo de lo que se hizo en el AIM inglés, que cerró 2014 con más de 1.000 empresas cotizadas y una capitalización cercana a los 100.000 millones de euros. Para las arcas públicas sería una inversión, ya que lo recuperarían con creces vía impuestos de sociedades, seguros sociales, IRPF, etc,  como ya sucedió en Inglaterra.

¿No merece la pena que desde las instituciones se apoye un proyecto que permite financiarse de forma privada a pequeñas y medianas empresas, motores y principales generadoras de empleo de nuestra economía? ¿No sería interesante que el Estado invirtiese sus esfuerzos en dar a conocer una fuente inagotable de investigación, innovación e internacionalización para nuestras empresas? Señores gobernantes, tomen nota. El MAB posee un enorme potencial. Quizás sólo sea necesario diseñarle el vestido y calzarle los zapatos de cristal.

 

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